
Si hay algo que me causa mucha gracia y despierta un torbellino de imágenes, es ir caminando por la calle y encontrar abandonados un par de zapatos maltrechos.
Me divierte recrear las ridículas situaciones que pudieron haber provocado la pérdida de esos calzados usados hasta el hartazgo, devenidos en “empanadas”, como suele llamar mi madre a tal deformidad.
Es recurrente la imagen de una señora corriendo torpemente, tras ser perseguida por un ladronzuelo o al ser invadida por alguna urgencia. Luego, lo irremediable: el trastabille que termina en el desplome y despatarre de la dama. La circunstancia la obliga a continuar en su carrera, pero ya sin esos vetustos zapatos.
En la calle, río sola. Al menos es más divertido que pensar que fueron arrojados a la basura en una bolsa mal cerrada.
(Imagínese igual gracia al encontrar: un paraguas o prenda de vestir)
Pintura: "Un par de Zapatos" Vincent Van Gogh