11 de agosto de 2010

Pueblo atlante

Hace unos días estuve en la ciudad de Federación, Entre Ríos, y tuve la oportunidad de conocer algo de la historia de su viejo pueblo. Desde su origen, el asentamiento de esta localidad tuvo tres mudanzas, siendo la última de ellas algo escalofriante, como de cuento surrealista. En el año 1946 el presidente Juan Domingo Perón firmó el tratado binacional con la República Oriental del Uruguay para el aprovechamiento de los rápidos del río Uruguay en la zona de Salto Grande, donde se construiría la represa hidroeléctrica. Esta daría lugar a un embalse cuyas aguas cubrirían al pueblo entero. Los federaenses de aquel tiempo debieron vivir 28 años a la expectativa de la ejecución de la obra, o sea que durante ese lapso los invadió la incertidumbre hasta que en 1974 comenzó la construcción del Complejo Hidroeléctrico, y recién para 1977, se inició la construcción de la nueva ciudad. Llegado el momento de la transición, la vieja Federación fue totalmente demolida, sus casas arrasadas, sus árboles talados, dejando al descubierto la más penosa de las desolaciones.

El 25 de marzo de 1979, durante la última dictadura, Jorge Rafael Videla inauguró la Nueva Ciudad de Federación a unos tres km de allí. El tercer asentamiento recibió a sus moradores sin tener edificios públicos, con las calles y veredas a medio terminar, sin vegetación, ni iluminación. Dice la gente del lugar que pasó mucho tiempo hasta que logró crecer el pasto y que, durante años, no vieron pájaros…


Actualmente, esta nueva ciudad presenta otras características y ha resurgido gracias a la explotación de aguas termales. Sin embargo, la vieja Federación aún está latente en el recuerdo de sus moradores, quienes sufrieron el desarraigo y conservan en sus retinas las imágenes de su destrucción. En épocas donde la bajante del lago es importante, rastros del antiguo pueblo salen a la luz: han quedado los cimientos de las casas y edificios públicos, los troncos talados con sus raíces aferradas a la tierra, restos de baldosas… Y los que han vivido allí vuelven a recorrer sus calles, a visitar el lugar donde estaban sus casas, su patio, la iglesia, la plaza…

La verdad que me costó un poco creer lo que nos contaba el guía, testigo de la destrucción de su pueblo. Hay un pequeño museo de la imagen en la "vieja ciudad", a la que se accede cruzando un puente sobre el río Uruguay. Algunos le llaman a ésto "progreso" pero tengo mis serias dudas.

Fragmento de “Adiós pueblo mío” de Kita Rollano

“Oh… no saben ellos lo qué es el progreso
Cuando desde lejos decretan la muerte de mi amado pueblo.
No hay nada que pague sus calles de piedra,
sus viejas moradas de veredas anchas,
el tibio cobijo de nuestros pinares,
o el hilo de plata que bordea al pueblo
¡Y que no sé cómo pero están muriendo!”


El documentalista Nestor Frenkel logró plasmar esta historia con un humor sutil. Espero poder verlo alguna vez.






Fotos de la web

Erica Zaza