Hermandad frustrada

Galita es la gata que está en la casa de mis viejos hace ya 12 años. Desde que murió Tiffany, su compañera de toda la vida, no para de llorar. Entonces se me ocurrió traerla a mi departamento para que sea “hermana” de Dulcinea. La verdad es que creí que iba a funcionar pero Galita no pudo soportar, a esta altura, tantos cambios. Casa nueva y otro animal que no paró de mirarla fijo desde que llegó. Dulcinea no le perdió pisada, siempre a una distancia estratégica, la que se acortaba cuando yo me daba vuelta. Parecía que se la tenía jurada. De a ratos la acorralaba pero, en verdad, quería jugar.

Después de una noche de desvelo (porque se gruñían mal y yo temía por sus almas), hoy Galita volvió a la casa de siempre. Parece mentira, pero ya no llora más.
Eso sí: Dulcinea ahora la busca y no sabe si el episodio de ayer fue real o solo un sueño.